La presión atmosférica, como bien su nombre lo indica, se refiere al peso que ejerce la atmosfera, es decir el aire, sobre todo lo que se encuentra en nuestro planeta. Y por supuesto, esto incluye a todos sus habitantes y desde luego, el clima.
Dicho esto, si ahondásemos en este concepto un poco más, sería más que sensato pensar que la presión atmosférica se relaciona también con nuestra salud y por consiguiente, con el desarrollo de nuestras rutinas diarias. ¿Pero cómo?
Seguramente habrás escuchado a algunas personas hablar de dolor de cabeza por lluvia, cansancio por calor o incluso dolor de huesos por humedad. Estas afirmaciones en realidad pueden esconder algo de cierto. Y es que tanto el clima como la presión atmosférica van de la mano con nuestra salud y además pueden llegar a influenciar nuestros estados de ánimo.
Pero, ¿hasta qué punto esto puede ser verdad? ¿Qué tanto afecta la presión atmosférica nuestro día a día? Vamos a descubrirlo a lo largo de este artículo.
¿Cómo nos afecta la presión atmosférica baja?
Si el clima está nublado, hay humedad y llueve, es bastante probable que estemos ante una baja de la presión atmosférica. Y nuestro organismo reaccionará a ello. Entre los síntomas más comunes encontramos dolor en los oídos, cabeza y rostro. Además, es posible que nos veamos invadidos por una repentina fatiga.
También nos enfrentaremos a un dolor particular en las articulaciones, especialmente aquellas personas que han tenido una fractura o sufren de artritis o artrosis. Esto podría deberse a un aumento del líquido en las articulaciones, producto de la humedad en el ambiente.
Las personas con problemas cardiovasculares o del sistema respiratorio deben cuidarse de este tipo de clima, pues se ven directamente afectadas en su salud.
Te invito a leer Las Profecías más sorprendentes para el año 2022
La presión atmosférica alta y nuestro organismo
Por otro lado, un aumento en la presión atmosférica se presenta con un aumento de la temperatura, lo que se traduce en un clima de calor. Al suceder esto, el aire que respiramos presenta una expansión por lo que su volumen aumenta dentro de nuestro cuerpo.
Como consecuencia, sufrimos un aumento de la velocidad de respiración, lo que se conoce como hiperventilar, además de una aceleración del ritmo cardíaco y flujo sanguíneo. Es por ello que las personas que sufren hipertensión se ven más afectadas al someterse a una presión atmosférica mayor.
Los cambios bruscos del clima
Así como una presión atmosférica alta o baja pueden afectar nuestra salud, los cambios bruscos tienen una repercusión aún más determinante. Es por eso que los pasos de una estación a otra suelen ser los puntos más álgidos para la manifestación de estas condiciones de salud, ya que es el momento en que estos cambios climáticos se hacen más evidentes.
Incluso, se ha llegado a hablar de “personas meteorosensibles”, lo que quiere decir que estos individuos son capaces de predecir los cambios climáticos gracias a la sensibilidad de su cuerpo ante estos.
Por supuesto, ello también significa que los efectos de las diferentes presiones atmosféricas, producen efectos más intensos. Un ejemplo de ello es la migraña, que tiende a ser una de las afecciones más frecuentes en las personas que presentas sensibilidad ante los cambios de clima.
Nuestro estado anímico también se ve afectado
Del mismo modo en que nuestro cuerpo reacciona a los cambios de presión, nuestro estado de ánimo también se ve afectado de acuerdo al clima. Esto quiere decir que tanto nuestras emociones como la forma en que actuamos pueden resultar muy diferentes los días soleados, con respecto a los días fríos y lluviosos.
Por ejemplo, muchos psicólogos aseguran que en sus estudios han encontrado que los días “grises”, nublados, fríos o lluviosos, las personas tienden a mantener una conducta más apartada socialmente, apática e incluso triste y con sentimientos de frustración.
Contrariamente, un clima de calor extremo hace a las personas más irritables, con menos tolerancia e incluso, en algunas comunidades se ha llegado a evidenciar un aumento de agresividad.
Por supuesto, si hablamos de una temperatura idónea, con un clima cálido que invita a disfrutar al aire libre, encontraremos personas con mejor estado de ánimo. Estos individuos se sentirán motivados, con ánimos de socializar y mantenerse activos. En consecuencia, más sanos.
¿Qué es el trastorno afectivo estacional?
En algunos casos, estos cambios en nuestro estado de ánimo debido al clima pueden llegar a ser cíclicos, obedeciendo a los cambios de estación. De este modo, cada vez que estemos frente al otoño o cerca del invierno, sentiríamos ansiedad, tristeza, depresión e irritabilidad, entre otros síntomas. A esto se le conoce como trastorno afectivo estacional, y puede ocurrirle alrededor del 10% de la población.
Este trastorno suele venir acompañado también de un aumento de apetito y de las horas de sueño, falta de concentración y energía y deseos de aislamiento social. Por lo tanto, podría afectar el rendimiento laboral del individuo.
En este caso, lo más recomendado es acudir a un profesional para recibir la ayuda indicada, que va desde psicoterapias y meditación hasta la fototerapia, que consiste en la exposición a la luz artificial para generar los cambios necesarios en el cerebro.
La presión atmosférica nos afecta, ¿sí o no?
Saber si todas estas afirmaciones son mito o realidad es una de las controversias a las que se enfrentan actualmente las diferentes ramas de la medicina.
Si bien algunos profesionales afirman que se trata de un fenómeno social de autosugestión que ha pasado de una generación a otra, hasta llegar a nuestros tiempos, no se han encontrado suficientes pruebas para avalar sus teorías. Esto se debe a que los resultados de los estudios realizados confirman que existe una variación en el comportamiento del cuerpo humano y la conducta de los individuos ante los cambios climáticos, sin que exista ninguna otra explicación.
Por otro lado, la medicina asiática, siendo una de las más antiguas del mundo, ha mantenido la afirmación de que el clima afecta a la población, por lo que se han dedicado a estudiar el comportamiento de estas afecciones. A partir de estos estudios, muchos profesionales de la medicina moderna se han apoyado para realizar sus propias investigaciones apoyando la afirmación de que la presión atmosférica y el clima afectan la salud tanto física como emocional del individuo.
Lo que sí es importante mencionar es que existe una gran diferencia en los niveles de sensibilidad de cada ser humano, siendo más afectados aquellos con condiciones de salud preexistentes. Estas personas se enfrentan al empeoramiento de los síntomas que usualmente sufren, abriendo la posibilidad de que los cambios climáticos y de presión en la atmosfera no son los causantes de dicho mal, sino de su empeoramiento.
Ninguna de estas afecciones es permanente
A pesar de que pueden presentarse de forma cíclica, las afecciones y los estados anímicos producto de los cambios en la presión atmosférica no son permanentes. Estos variarían con cada cambio de estación o clima.
Al tomar conciencia de esto y conocer las reacciones de nuestro cuerpo, podemos manejar estos cambios de forma más eficaz, terminando por adaptarnos a este estado transitorio hasta que el proceso culmine y la situación mejore. Así que, a pesar de que nuestra rutina, estado de ánimo o rendimiento se vean afectados por un día lluvioso, sabemos que pronto la tormenta pasará y todo volverá a estar como antes. Así que ¡Al mal tiempo, buena cara y adelante!