“La Pola”, una mujer digna de admiración y respeto
La vida de Policarpa Salavarrieta, o “la Pola” como era más conocida, es a su vez admirable y algo triste.
Ella participó activamente en la liberación de Colombia, dejando en alto su lugar en la historia, y haciéndose merecedora de todos los honores. Su lealtad por el pueblo colombiano solo puede compararse con la que tuvo hacia su novio, Alejo Sabaraín, otro héroe de la Guerra de Independencia Colombiana.
Mientras repaso su vida, me es inevitable preguntarme qué habrá despertado en ella el valor que la llevó a mantenerse firme, incluso en el momento de su muerte, cuando con sus últimas palabras, alentó al pueblo a seguir la batalla por la libertad de su país.
Quizás por ello sea hoy una inspiración y modelo, en un mundo en que la mujer lucha por su propia liberación. ¡Cómo me habría gustado que la historia le permitiera ver a su país libre!
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¿Quién fue Policarpa Salavarrieta?
A pesar de que no se tienen registros de la fecha exacta de su nacimiento, la cual se coloca entre 1791 hasta 1796, se sabe que nació en el llamado Virreinato de la Nueva Granada, que en aquel entonces constituían Venezuela, Colombia, Panamá, Guayana y Ecuador.
La historia también coincide en que creció en Guaduas, al noroeste de Bogotá, donde su casa aún se conserva como un museo en su honor.
La Pola era la quinta de siete hermanos, y junto con sus padres, Joaquín Salavarrieta y Mariana Ríos, formaban una familia trabajadora y respetada, de una posición económica regular gracias a la agricultura y el comercio.
Perdió a sus padres siendo una niña
En 1802 la familia Salavarrieta se mudó a Bogotá donde sus padres y dos de sus hermanos fueron víctimas de una epidemia de viruela negra. Quedando huérfanos, dos de sus hermanos (José María y Manuel) se unieron a la congregación de agustinos, otros dos (Ramón y Francisco Antonio) se enlistaron como peones en una finca en Tena.
Fue entonces cuando Catalina, la mayor de los hijos de Joaquín Salavarrieta se hizo cargo de los dos pequeños, Policarpa y Bibiano.
De nuevo en Guaduas
Dos años después de la trágica muerte de sus familiares, Catalina resolvió volver a su antiguo hogar, bajo la tutela de su madrina Margarita Beltrán. Más tarde, se casó con Domingo García, llevando a sus hermanos a vivir con ellos.
De regreso en su antiguo hogar, La Pola fue a la escuela donde aprendió a leer, escribir y coser. Todas herramientas que más adelante usaría astutamente como espía y colaboradora de la causa patriota.
El amor de su vida, Alejo Sabaraín
Fue en el año 1809 cuando conoció a los hermanos Leandro y Alejo Sabaraín. Con este último el amor surgió casi de inmediato, aunque su relación estuvo marcada por la historia que estaba a punto de despertar en su país.
En Guaduas, Policarpa tuvo la oportunidad de conocer también las noticias del movimiento de liberación que poco a poco se hacía más fuerte, y en su corazón imagino que iba creciendo ese ímpetu que la caracterizó el resto de su vida.
¡Llegó la hora de luchar por la libertad!
Todo comenzó con un grito
El Grito de Independencia, el 20 de julio de 1810, para ser exactos, cuando la Pola contaría alrededor de unos 15 años. Con la noticia de este hecho se llamó a la población a unirse al ejército para la liberación, llamado que tu cuñado Domingo y su hermano Bibiano atendieron de inmediato.
También su novio, Alejo acudió junto con su hermano, y Policarpa se volvió una de sus aliadas más leales al poco tiempo.
Trabajos de espionaje
En 1812, los hermanos Sabaraín fueron reconocidos en la Gaceta Republicana, donde les recomendaban «por su valor y heroísmo«. Este momento, supongo, debe haberla llenado de emoción y seguramente le dio fuerza e incentivo para adentrarse aún más a la causa.
Sus primeras actividades como colaboradora fueron la creación de capas, casacas, correas para los caballos, y preparación de la comida de los soldados. Más adelante, su experiencia como costurera y su encantadora personalidad le permitieron servir como espía en las casas de las familias más adineradas, especialmente en casa de doña Andrea Ricaurte de Lozano, donde se alojaba en aquel entonces, como empleada.
Desde allí, informaba sobre los movimientos del ejército español, servía como mensajera de guerra e incentivaba a los jóvenes para unirse a la causa, especialmente al ejército patriota de los Llanos, para quienes además compraba material de guerra.
La Pola, una mujer invaluable
No es de extrañarse que sus compañeros la considerasen indispensable para la causa. La Pola, gracias a sus habilidades se habría convertido en una pieza clave dentro de esta guerra, que hay que decir que fue especialmente cruel. (Nada más entre 1815 y 1819 fueron ejecutadas al menos unas 300 personas)
Siempre cerca de Alejo, aun cuando este fue apresado la primera vez, poniéndose en riesgo por su postura frontal y marcada. Además, siendo un apoyo incondicional para su hermano Bibiano, que se había convertido en un héroe y a quien todos reconocían dentro de esta terrible guerra.
También se le conoce por haber trabajado muy de cerca con los hermanos Almeida, a quienes incluso ayudó a escapar de prisión, además de encontrar para ello refugio luego de la fuga. Estos, consideraban su participación tan importante, que esperaban que ella ayudara a impulsar el levantamiento de la ciudad cuando los llanos dieran el primer golpe.
Valiente y fuerte hasta el final
Así la recuerda la historia de Colombia, pues cuando su novio Alejo fue apresado por segunda vez, la Pola mantuvo contacto con este, en lugar de huir y ocultarse, como le recomendaron varios aliados, entre ellos sus hermanos, los curas agustinos.
En 1817, fue detenida en casa de doña Andrea Ricaurte, y enviada al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, que por aquellos tiempos habría sido convertido en cárcel. Luego, el 14 de noviembre de ese mismo año, fue ejecutada junto con su novio Alejo y otros patriotas, bajo el cargo de espionaje y traición.
No aceptó negociaciones por su libertad o perdón, y cuando le pidieron que se pusiera de espaldas, pues así debían morir los traidores, esta pidió arrodillarse, para mantener su dignidad como mujer.
Sus palabras fueron un estímulo
«¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!». Y nunca lo olvidaron.
Desde su celda, Joaquín Monsalve, su compatriota escribió el anagrama que hoy son su epitafio: «Yace por salvar la patria«, el cual fue publicado en 1820 en el periódico “Correo del Orinoco”, fundado por Bolívar en Angostura dos años antes.
Su ejecución tuvo un efecto en la población, que quedó conmovida por su historia, y en consecuencia la resistencia al régimen terrorista de Juan Sámano se hizo más intensa, por lo que su nombre pasó a ser uno de los más reconocidos entre las mujeres que participaron en la liberación de Colombia.
El reconocimiento a una mujer luchadora
La Pola no pudo ver a Colombia libre, pero el pueblo y las generaciones venideras no olvidan que ella fue una de sus más valientes luchadoras, por lo que abundan los reconocimientos para esta brava patriota.
Uno de los más importantes es “El Día de la Mujer Colombiana” que se celebra en honor a la Pola, el 14 de noviembre, desde que fue decretado por el Presidente Carlos Lleras Restrepo el 9 de noviembre de 1967.
Además de ello, muchos poetas y escritores han contado versiones de la vida de esta heroína. Incluso, su estampa ha sido usada en los billetes y monedas colombianos.
Su imagen traspasa fronteras
Desde luego, su participación se sintió en otros países que para la época luchaban por la misma causa. Así que no es de extrañarse que su historia tocara también los corazones de argentinos, peruanos y uruguayos, por ejemplo.
En estos países encontramos estatuas, calles y canciones dedicadas a la imagen de esta increíble mujer.
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Inspiración para la actualidad
Luego de conocer la vida de la Pola, es inevitable conmoverse ante su voluntad, fortaleza y lealtad. Con todos los cambios que están sucediendo a lo largo del planeta, las mujeres deben inspirarse en figuras como las de Policarpa Salavarrieta, quien nunca abandonó su causa, y jamás bajó la cabeza.